¿Y qué se aprende cuando se estudia teatro?

Entrevista con Roberto Briceño

Por: Alma Cecilia Barajas Acosta

Para quien no estudia en la Universidad Michoacana, Ciudad Universitaria puede resultar laberíntico. Entré sin el hilo de Ariadna buscando no aun minotauro, sino a un director de teatro, actor, filósofo.

Luego de inconfesables vueltas, por aquí ya pasé, por allá también, logré llegar hasta la oficina del profesor Roberto Briceño Figueras. Un breve chiste sobre mi búsqueda incansable rompió el hielo y la invitación para beber una taza de café, sirvió como preámbulo y tomar aire para la conversación.

Briceño¿Qué fue lo que lo impulsó a dedicarse al teatro?

No tengo la más remota idea. En realidad yo crecí en una familia que estaba muy vinculada con las artes, el cine, la música. Desde muy temprano me sentí atraído por eso y poco a poco me fui metiendo al trabajo artístico.

Durante su infancia, ¿tuvo algún contacto significativo con el teatro?

En la infancia no tanto, inventaba mis propias obras y jugaba con mis personajes, con cosas que yo iba construyendo. Durante ese tiempo, las obras que tenía presentes eran las de William Shakespeare.

En su juventud, ¿se veía a usted mismo como director de teatro o en algo semejante?

No, como director de teatro no, tal vez como actor. En mi juventud era igual que todos los jóvenes, algo indeciso. Pero siempre me gustó mucho cantar y la actuación.

¿Qué lo hizo dedicarse a ser director de teatro?

Eso fue posteriormente, lo primero que yo hice fue leer el teatro, actuarlo, y ya después como director y escritor de obras de teatro.

¿Cuáles son las obras que ha escrito?

Son varias, entre ellas está “Si Jaime no hubiera muerto”, he escrito obras de payasos, de policías y algunas otras más.

¿Qué se aprende cuando se estudia teatro?

Se aprende a modificarse en el transcurso del día, aprende uno la posibilidad de ser distinto cada momento y a reconocer lo valioso que es la personalidad y los ejes o motivos que te llevan a ser como eres.

¿Cuál ha sido su trabajo más gratificante?

En general todo, casi siempre he encontrado una gratificación en cada uno de ellos. Sobre todo en el teatro se tiene una gran ventaja, trabajas con la gente, no lo puedes hacer solo; siempre trabajas en equipo y siempre hay una satisfacción, el reconocimiento de alguien valioso.

¿Cuál ha sido su mayor logro personal?

Espero que todavía no lo haya conseguido, que todavía tenga tiempo para hacerlo u obtenerlo. Pero digamos que en el terreno del teatro sería el “Magno espectáculo moreliano 1850-1991” para el aniversario de la ciudad de Morelia. Ese espectáculo lo hice en la plaza de San Francisco con 250 personas en escena, bailarines, actores, personajes a caballo; recreamos la historia de Morelia desde su fundación hasta ese momento. Tuvimos a la orquesta sinfónica, transformamos toda la plaza ese día y asistieron alrededor de 10 mil personas.

¿Tiene alguna obra preferida, que haya dirigido o interpretado?

Difícil, tal vez por etapas. Uno de los autores que más me gustan es Bertolt Brecht y probablemente la “Ópera de los tres centavos”, también “El operador y el mendigo”.

¿Alguna puesta en escena que le haya costado mucho trabajo?

Una que me costó mucho fue “Baal” de Bertolt Brecht, no estaba en condiciones físicas plenas de realizarla, fue una obra muy grande, nos tardamos mucho en la elaboración de la escenografía, estuve inconforme por la forma en la que estructuré el trabajo de los actores, tuve un equipo de trabajo maravilloso, pero fue difícil.

¿En qué consiste para usted una buena obra de teatro?

Que todos los elementos que la formen estén en un perfecto equilibro, que no destaque más la luz o la escenografía o la actuación. Una buena obra de teatro es cuando todos los elementos, todos los distintos lenguajes que entran en juego, están bien equilibrados, entonces ves el fenómeno estético y el fenómeno teatral.

De no haberse dedicado al teatro, ¿qué habría sido?

Cantante de ópera, rock, jazz o blues.

¿Tuvo algún obstáculo que le impidiera dedicarse a esto?

No, ninguno, ni a la filosofía ni al teatro.

¿Cuáles son sus estudios?

Estudié Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

¿Tiene alguna filosofía de vida?

Esa es una pregunta que si le haces a un filósofo, te va a decir que no existe, ese término es un invento de la gente, es como una concepción acerca de la vida, como una visión de ver las cosas. Pero no, una filosofía de la vida como propia, no tengo. Creo fundamentalmente en la humanidad, me parece que es muy importante que el ser humano se redescubra a través de actos amorosos, de amistad y de cariño, que nos reencontremos a partir de una capacidad de observarnos, mirarnos, criticarnos, darnos la mano, pero sin ser complacientes con nosotros mismos. Me parece que es un momento en que una concepción del mundo que construyamos tiene que ser donde se dé cabida a muchas posibilidades, a muchos mundos diferentes, para evitar el encierro, la corrupción, todo esto que hoy nos está consumiendo.

¿Por qué le gusta la filosofía?

Me gusta básicamente porque me parece que todos necesitamos de una reflexión acerca de lo que es la vida, nuestro estar en el mundo y de la realidad. Todos necesitamos hacer un análisis de quiénes somos y hacia dónde vamos, por qué somos como somos y a partir de esas dos cuestiones, tenemos que comprometernos con ofrecer algo hacia los demás.

¿Quién es o ha sido, la persona que más influyó en su vida y en qué forma?

Yo creo que mis padres, porque desde muy temprana edad ellos tuvieron que hacerse cargo de una manera muy especial de mí, yo tuve una crisis, me dio una enfermedad que es la poliomielitis, una parálisis infantil. Creo que sin ellos no hubiera podido salir adelante, mis padres son las personas más influyentes de mi vida.

Maestro Briceño, ¿cuál es su pasatiempo favorito?

La Lectura. Leo de todo, fundamentalmente libros relacionados con la filosofía y materias afines. Pero como pasatiempo sería específicamente la literatura.

¿Tiene algún autor favorito?

Me gustan mucho Julio Cortázar y Jorge Luis Borges.

¿Cuál es su obra preferida de ellos?

De Cortázar sería Rayuela, de Borges Funes el memorioso, aunque también me gusta Pedro Páramo y El Llano en Llamas de Juan Rulfo; de poesía me gustan los poemas de Fernando Pessoa y de Sor Juana Inés de la Cruz.

Ahora, volviendo al tema del teatro, ¿cree que es una actividad valorada en México?

Como una actividad artística de alto nivel puede que no mucho.

¿Por qué no?                                    

Los que califican las políticas culturales pareciera que todo lo quieren comercializar en exceso, convertir todo en mercancía y no hay mucho apoyo a un teatro cultural, artístico. En el teatro no vas sólo a divertirte, vas a reflexionar, a pensar, a mirar desde el teatro tu vida propia, a entender tu realidad humana. Creo que ahí falta mucho apoyo.

¿Considera que el gobierno de Michoacán contribuye al desarrollo y fortalecimiento de la cultura?

En este momento no, no sé porque lo hacen. Deberían de hacerlo porque tienen la responsabilidad. Les falta honestidad, inteligencia, capacidad de enfrentar a su gente y reconocer que deben estar más interesados en su población y en el enriquecimiento de su cultura. Me parece que en este momento las cosas son muy difíciles en el estado y en gran medida la clase política tiene que ver en eso.

¿Qué haría usted para mejorar esta situación?

En primer lugar, como una especie de consulta. Hay que hacer un diagnóstico y hablar con los creadores y con el mundo de los artistas, escuchar la voz de ellos y de los consejos que tengan, es la gente que sabe. Entrar en contacto también con el pueblo.

Cerramos la charla con un apretón de manos amistoso. Me quedé pensando en todo lo que involucra el arte, lo que hay detrás de cada puesta en escena. Tuve tiempo suficiente en lo que recordé el camino andado para llegar hasta Roberto Briceño, pero ya sin prisa. Cierto como me lo dijo en una respuesta que ya no tuvo lugar en la secuencia de esta entrevista, hoy la tecnología no hace correr, andar aprisa. Y el teatro, como la vida, hay que saber contemplarlo.

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