El Rebozo, origen y esencia del manto mexicano

Por: Cristhian Iván Corona Sánchez

La mujer mexicana se distingue por su belleza, por su incansable lucha, por su infinita capacidad de amar, y su rebozo, esa joya textil que le brinda identidad nacional y la relaciona con más fuerza al pueblo que ya pertenece.

Con el rebozo la mujer coquetea, se adorna, viste con arte y enamora. En otras ocasiones refleja su alma alegre y fiestera; tambiéRebozo(1)n luto, religiosidad; más aún, el folclór de un país que desde hace cientos de años es protegido, abrazado, cobijado con esta prenda típica.

En el embarazo, la indígena portando un rebozo, se siente cómoda, es un instrumento reconfortante en el momento del parto y el medio de transporte de su bebé recién nacido, ahí la prenda ya la utilizan dos. Las otomíes tenían la peculiar costumbre de mojar las puntas de su rebozo en el agua de la fuente cuando recordaban a su novio. Incluso, en algunos lugares existe la tradición de mandar hacer un rebozo para comprometerse y la entrega es con la misma formalidad de un anillo.

Moroleón, referente mundial

Moroleón se sitúa al extremo sur del estado de Guanajuato. A pesar de ser una ciudad pequeña cuenta con una industria textil moderna y tecnología de punta, esto girando en torno al taller familiar.

El origen de la industria en Moroleón se remonta al año 1839, al tiempo del sacerdote agustino Francisco Quintana, quien al percatarse que la agricultura no prosperaría, propuso fabricar rebozos. En medio siglo las empresas aumentaron, y para 1900 el pueblo contaba ya con 39 rebocerías y 16 zapaterías.

Sin embargo, a partir de la década de los cincuenta fue bajando la producción del rebozo, los talleres disminuyeron en cantidad y sus artesanos superaban los cincuenta años de edad.

“Confección, bordado y deshilado de productos textiles en Moroleón” es uno de los dos talleres que fabrican rebozo artesanal. Su propietario, el señor Domitilo Herrera, lleva 40 años al frente de este espacio maduro y vital. Cómo la mayoría –si no es que de todos los tejedores de la zona- inició desde niño a elaborar la canilla, que no es más que un tubo de unos 10 centímetros enrollado con hilo, que después se monta en el telar que es la estación en la elaboración del rebozo que le da forma y hechura.

“Don Tilo” tiene formados 14 telares en su taller para ser trabajados, y de inmediato desembucha –a su parecer– el principal problema al que se enfrenta el rebozo artesanal: la edad de sus creadores. “Ya puro viejito trabaja aquí, uno que otro está nuevo, pero la mayoría son de 70 años para arriba”.

“Mira muchacho, en Moroleón esto era lo fuerte, todo el pueblo estaba lleno de telares; niños y adolescentes y mujeres y hombres y ancianos trabajábamos para sacar el rebozo”. Tilo nos adhiere a la historia del pueblo, al pasado textil que ha forjado y colocado los cimientos de la industria sureña del estado de Guanajuato.

“Nosotros nos enseñamos a esto en primer lugar porque no había más, empezamos en el torno a echar canilla y en ratitos se subía uno a echar lanzaderazos”, relata.Rebozo(2)

Como preámbulo de una vida cobijada por el rebozo, en los años dorados de esta prenda eran los niños –por tratarse de la labor más sencilla– quienes se encargaban de surtir de hilo a la canilla. La inquietud puberta los llevaba a subirse a los telares, en primera instancia imitaban a los trabajadores que tejían, y después, asesorados por estos, ahora sí que sin querer queriendo aprendían a utilizarlo.

El tejedor José Luis Mora cuenta: “inicie de chiquillo en la canilla, luego empecé a subir al telar, siendo mi hermano el mayor quien me enseñó bien a tejer, y mírame, de ahí a toda mi vida. Aquí venimos todo el año. Tenemos la oportunidad de trabajar lo que nosotros queramos y dependiendo de lo que queremos ganar. Si quieres trabajas el domingo, y si no, no. Tampoco tenemos horario para entrar ni salir”.

De la canilla a la trenza

El ambiente del taller de don Tilo es amigable y popular, al son y compás del mariachi, justo en el fondo canta Vicente Fernández, la voz potente del charro mexicano choca con el pedaleo de los telares, tac, tac, tac, tac. El panorama es nuevo para quienes hemos recorrido poco en la vida, contrario para un adulto oriundo de Moroleón, que puede ser añorante; techo alto, óptimo para las vigas verticales y el estirado del hilo que baja descendente entrelazado en el vaivén de la canilla lanzada por las manos arrugadas de los artesanos.

Para que un rebozo llegue a ser puesto a la venta y utilizado, pasa por un proceso largo y delicado, decenas de manos le dan forma, y sin ser Rebozo(4)un material plástico, sino simplemente hilo de un milímetro –o menos- de grosor, se moldea a la cadencia y antojo de quienes lo elaboran.

 Al taller, el hilo arriba en madejas para ser trabajado, como color de origen llega en blanco, y si se quiere conservar ese tono se almidona, pero por lo regular siempre se tiñe de negro, a lo que se le llama fatiga.

Le sigue el amarrado: se hacen grupos de hilo para ser tendidos. Los tendidos son algo semejante a los cables de luz que cuelgan por las calles. Por un tiempo se deja secar, posteriormente se desata el hilo y pasa al carretero que se da a la tarea de devanar el hilo, terminando le cede la estafeta al urdidor, encargado de darle forma y anchor a la tela.

Acto seguido, lo que se conoce como labor, se enrolla la tela en un tubo que es puesto en el telar para que surta de materia prima al tejedor, y este entrelaza el hilo formalizando al rebozo. Y para finalizar mujeres trenzan los cabos de hilo que se dejan a propósito para diseñar en ellos distintos modelos, como corazoRebozo(3)nes o líneas geométricas.

El señor Raúl es urdidor y enfatiza que “si la riego me endeudo y no salgo del taller para pagar lo que debo”. Un solo hilo reventado o mal dirigido puede ser el causante de que el rebozo no salga. Tan compleja es su elaboración como el compromiso de los trabajadores para con el patrón.

Dicho lo anterior, la responsabilidad es grande para don José Luis García, que con 69 años de edad es el encargado de aventillar el hilo. Esta tarea, ni más ni menos, es unir las hebras de una tela que ya terminó con las hebras de una tela nueva; alrededor de 2,400 hilos, uno por uno, son los que tiene que unir este hombre. “Uno por uno, muchacho”.

Arte que se niega a morir

A opinión de Domitilo Herrera, el rebozo nunca dejará de ser utilizado por las mujeres, el meollo del problema dentro de la industria, dice él, es la extinción de personas que lo fabriquen o que posean el conocimiento de elaborarlo artesanalmente. “No hay futuro”, dice contundente, con expresión perdida y desencajada.

La única mujer en el taller de don Tilo se dedica a devanar hilo y comenta, “ahorita me estaba diciendo el patrón que, si acaso, el taller sobrevivirá cinco años más. Los jóvenes ya no quieren enseñarse. Porque Dios no quiera y los señores que estén ahorita trabajando fallezcan, ya casi todos han muerto, caminan directo al panteón”.

El tejedor José Luis Mora comparte la opinión de su compañera de trabajo y de su patrón, cree que la fabricación del rebozo artesanal se irá a la tumba junto con ellos.

Don Fidencio Segura García, originario de Tenancingo, Estado de México, falleció hace cinco años y medio; fue despedido entre aromas a canela, romero, hojas de naranjo, lavanda y manzana que desprendían los rebozos que él fabricaba. Era de los últimos conocedores del secreto para crear esta pieza -también llamado rebozo luto de aroma- que se hace con un aroma que no escapa de los hilos finamente tejidos, por más que se machaque la prenda en el lavadero.

El rebozo de aroma

El rebozo de aroma es una pieza complicada de elaborar, ya que es cien por ciento negro, color difícil de obtener en tintes naturales, sobre todo en algodón. Para lograr esta prenda se utiliza agua tratada y fierro, lo que la hace oler mal, pero esto se resuelve con hierbas aromáticas, de ahí su nombre.

Unos se van y otros llegan. China ha desplazado a los artesanos nacionales. Rebozo(5)El país asiático fabrica piezas con valor en el mercado de 30 pesos, baratas por ser hechas con máquinas industriales de poder. La exportación llega en su mayoría en forma de chalina, de puntos endebles que se desbaratan y deshilachan con facilidad; es resbaladizo y se decolora con rapidez, mientras que un rebozo “de verdad” debe de persistir décadas intacto.

Entre los factores que han provocado la decadencia del uso y producción del rebozo se encuentra que las mujeres han dejado de usar la prenda, prácticamente las jóvenes la han eliminado de su guardarropa. No se cuenta con programas de difusión y falta de amplitud en la  enseñanza del oficio.

Cultura y expresión

En la literatura del siglo XVI se encuentran las primeras referencias escritas de la existencia del rebozo, se dice que en la época colonial nace esta prenda ante la necesidad de la mujer mestiza para entrar en los templos y cubrirse la cabeza a manera de velo y mostrar respeto a la deidad, como lo hacían las mujeres españolas de aquellos tiempos.

Los antiguos pobladores de México lo llamaban ciua nequeatlapacholoni, que quiere decir “como toca de mujer”. Entre los otomíes, rebozo se dice mini-mahue. En Morelos lo llaman cenzotl, palabra náhuatl que alude a una “manta de mil colores”.

La prenda es cotizada, especialmente en el Reino Unido. En París existe gran demanda por ser considerada una prenda elegante y digna de utilizarse en ocasiones especiales.

Mexicanos destacados en el mundo de la cultura decidieron poner de manifiesto su amor por México y la identidad que le proporciona el rebozo a la tierra azteca. David Alfaro Siqueiros gustaba de plasmar la política mexicana en sus obras, y en su trabajo “La mujer con rebozo” detalla a la mujer mexicana de campo. Por su parte Frida Kahlo fascinada mostraba un chal mexicano, gustaba de promoverlo, era habitual verla envuelta en él, hizo famosa a esta prenda por todo el mundo.

En un fragmento del poema “Piropos al rebozo”, del poeta Gregorio de Gante, éste dice: Rebozo que vistas los salones, entre pieles, abrigos y mantones; insurrecto rebozo de bolita que arropaste el amor de la Norteña y de la Valentina y la Adelita… Bien vales un mariachi michoacano, unas madrugadoras mañanitas, una dulce valona del bajío, un huapango febril veracruzano y un jocundo jarabe tapatío…

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